Zaruma: magia y gastronomía

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Tiempo recomendado:
3 días

Zaruma: magia y gastronomía

Los primeros minutos puede que las piernas se quejen. Luego, al ver las fachadas de las casas coloniales, las iglesias y la vista panorámica desde los miradores, el asombro reemplaza cualquier malestar en las pantorrillas. Aparte, es una excelente forma de compensar el cuerpo después de los tremendos desayunos que ofrecen aquí; pero antes, les contaremos cómo llegar hasta Zaruma

Desde Guayaquil toma alrededor de cinco horas –o un poco más–, por lo que es recomendable partir lo más temprano posible y abastecerse con snacks y bebidas en una gasolinera Primax. Cuando arribamos a la ciudad ya era de tarde, lo primero que hicimos fue dejar las maletas en el hospedaje. En pleno centro histórico de Zaruma existen varias opciones, como el Hotel Águila Dorada, donde una habitación simple para una pareja cuesta $20.00, aunque algunas personas nos recomendaron el Hotel Zaruma Colonial, cuyas tarifas arrancan desde los $30.00.

Luego, salimos a conocer las calles de este Pueblo Mágico. Quedamos impresionados con su arquitectura y sus coloridas y antiguas casas de estilo colonial. Las cuestas no se hicieron esperar: a cualquier sitio que queríamos ir, debíamos subir para luego bajar, o viceversa, por lo que decidimos conocer primero la cercana Iglesia Matriz (se ubicaba a pocos pasos del hotel), llamada también Nuestra Señora del Carmen.

Su fachada, acompañada con sus escaleras, es una de las imágenes más representativas –y fotografiadas– de Zaruma. Al hallar la puerta principal abierta, ingresamos. Hay tantos detalles en las paredes, en el suelo e incluso hasta en el techo. En ese instante se le estaba dando mantenimiento al altar, unas telas grandes lo cubrían. Seguramente una vez finalizado el trabajo, quedará mucho más llamativo el interior de la iglesia.

A un costado se ubica el Parque Central, donde se puede caminar hasta el otro extremo (la distancia es sumamente corta) y sacarse una fotografía con las letras grandes y coloridas que dicen Zaruma. Allí mismo, a pocos metros, se encuentra el Museo Municipal. Lastimosamente, cuando pasamos por allí, lo encontramos cerrado, pero nuestro desconsuelo fue recompensado.

Al caer la noche, los faros de la calle y las luces de la iglesia se encendieron, regalándonos un nuevo escenario –iluminado– para sacar la cámara y llevarnos un recuerdo diferente. Este primer día nos agarró cansados, por lo que, después de comer en Parrilladas El Profe, junto a las escaleras de la Iglesia Matriz (en el centro histórico existe una variedad de tiendas, cafeterías y restaurantes), optamos por irnos a descansar. De esa manera, al día siguiente, comenzaríamos el recorrido cargados de energías.

Segundo día

Por la mañana nos encaminamos hacia la Mina El Sexmo, uno de los puntos turísticos de Zaruma. De camino, pasamos rápidamente por el Mercado Municipal para comprar algunas frutas y, como mencionamos siempre, para conocer la esencia de un nuevo lugar. La gente era tan amable que hasta querían regalarnos varios guineos para el camino.

Y sí que nos fueron de ayuda, ya que andar por Zaruma es atravesar loma tras loma, pero lo fascinante y reconfortante de esto, es la vista que se obtiene desde un costado de las calles a medida que se va ascendiendo. Existen escaleras angostas que acortan el camino, son como una especie de pasadizos que cruzan por los laterales de ciertas edificaciones o terrenos vacíos (algunas aparecían en Google Maps).


Tardamos poco en llegar hasta la entrada, donde nos topamos con un cartel que decía “Previa cita agendada en la página de Facebook”, lo cual no habíamos hecho, sólo sabíamos que el ingreso era gratuito. Tocamos el timbre y un encargado abrió las puertas y nos permitió ingresar, ya que sólo éramos nosotros dos. Los horarios de atención son de 08:00 a 12:00 y de 13:00 a 16:00, de lunes a domingo.

La mina tiene 500 años, hace 20 dejó de funcionar y se volvió turística. En las oficinas ofrecen botas de caucho para caminar sobre el suelo lodoso dentro del túnel (nosotros utilizamos nuestras botas de trekking, pero sí recomendamos ponérselas). También brindan cascos por temas de seguridad; como cualquier mina, el recorrido es estrecho con techo y paredes rocosas, incluso todavía permanecen las antiguas rieles.

El trayecto consta de 500 metros, aunque, originalmente, cuando funcionaba la mina, era de 3 km. El túnel se encuentra perfectamente iluminado, por el camino se pueden observar maniquíes vestidos con el traje de mineros –incluyendo cascos y sosteniendo las carretas–. En más de una ocasión nos asustaron, éramos los únicos adentro. Avanzamos a paso lento para evitar resbalar, hasta que nos topamos con una puerta de rejas que indicaba el final del recorrido turístico.

Antes de regresar, quisimos probar si realmente se hallaba cerrada (seguro sí lo estaba), la veíamos a escasos metros, pero el último foco no funcionaba y las linternas de los celulares no alumbraban lo suficiente como para quitarnos el miedo que nos dio un maniquí que se encontraba de pie cerca de la cerradura. Al final decidimos dar media vuelta y volver.

Sí, no les vamos a mentir, al retornar, da cierto temor ir último, sobre todo cuando sólo van dos personas. En el exterior del túnel hay una manguera para limpiar la suela de las botas. Allí mismo visitamos la tienda de joyería de la mina, donde se puede comprar imanes decorativos para la nevera, piedras, cuarzos y demás recuerdos.

Antes de despedirnos de la Mina El Sexmo, dimos un pago a modo de contribución (el ingreso es gratuito) y salimos, caminando, en busca de un restaurante. Dimos con uno llamado 200 Millas, donde por $4.00 comimos un rico almuerzo, con bebida y postre incluidos. Pero aquí no concluía el itinerario del segundo día, sólo era una parada para descansar y recuperar fuerzas.

El siguiente punto fue la Iglesia San Francisco, cuya fachada también nos pareció atractiva (no pudimos entrar, estaba cerrada), y lo que más nos agradó fue el pequeño mirador ubicado en la parte trasera, desde donde se aprecia la ciudad y las montañas que la rodean.

Nos esperaba un mirador más, con otra perspectiva del paisaje y a mayor altura, por lo que debíamos avanzar por una loma asfaltada y muy empinada: se trataba del Cerro El Calvario. Se puede llegar a pie (mucha gente, locales y turistas, se animan a hacerlo), en taxi, en moto o en auto propio.

Les tenemos que confesar que la subida fue más extensa de lo esperado, pero disfrutamos de los paisajes que iban apareciendo por el camino. Al llegar a la cima y caminar hacia las barandas del mirador, bajo una enorme cruz (otro de los atractivos de este cerro), nuestra recompensa fue apreciar Zaruma desde lo más alto; la Iglesia San Francisco, que acabábamos de visitar, lucía tan pequeña.

Como habían varias personas en las barandas, decidimos buscar otros rincones donde pudiésemos tener una mejor vista, fue así como hallamos una roca grande, en medio de la vegetación, desde donde pudimos pararnos y presenciar otro panorama –montañoso y con más árboles– de este Pueblo Mágico.

Descendimos antes de que oscureciera, y a pesar de que el día estuvo nublado, nos fascinó haber llegado a la cima del cerro. Al bajar, pasamos una vez más por el mirador de la Iglesia San Francisco para presenciar la ciudad iluminada. 

Antes de volver al hotel, atravesamos algunas escaleras y callejones empedrados que no habíamos visto antes; eso es lo bonito de recorrer un sitio nuevo a pie. Cabe recalcar que, aunque era de noche, en todo momento nos sentimos seguros.

Último día

Por último, no podíamos irnos de Zaruma sin probar su plato estrella: el Tigrillo, ¿Sabían que el tigrillo zarumeño pertenece al Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador? Ahora que lo saben, les sugerimos probarlo en la Cafetería Uno (en las redes la encuentran como Café del Cerro), ubicada en el centro histórico, frente al Monumento del Minero. Lo pedimos con carne –$5.00–. Adicionalmente, pedimos un bolón de maní, también típico de acá –costó $3.00–.

Ambos fueron preparados al momento, lo acompañaron con huevo frito y con el queso zarumeño que otorga un toque especial. Obvio, también pedimos dos tazas de café original de Zaruma –$1.00–. Un gustoso y completo desayuno servido en tamaño familiar. Los platos los compartimos entre los dos, y aún así, no logramos acabarnos todo. 

Antes de partir, quisimos llevarnos un aromático recuerdo de este Pueblo Mágico; descartamos la idea de guardar un tigrillo en la maleta, mejor es probarlo recién cocinado en la cafetería. Así que compramos una libra de café molido –$3.50–, pero no de cualquier café, sino de El Cafetal

Es posible adquirirlo en diferentes supermercados de la zona, pero nosotros deseábamos ir al punto principal: la tienda de Don Marcelo, quien lleva décadas preparándolo. Cuando llegamos, recién estaba empaquetando las fundas y el olor se percibía por todo el sitio. Más adelante pudimos constatar que, realmente, ha sido de los mejores café que hemos probado hasta la fecha.

Zaruma merece ser visitada para deleitarse con su gastronomía, sus vistas montañosas y su arquitectura colonial que destaca por sus balcones y casitas de madera. Ya tienen la lista de los lugares a conocer, ahora sólo deben elegir fecha para el viaje.

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