Rumbo a la cumbre del Taita Imbabura

Leonardo Idrovo

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Presupuesto:
Menos de $100
Tiempo recomendado:
1 día

Rumbo a la cumbre del Taita Imbabura

A dos horas y media desde la ciudad de Quito se encuentra el Taita Imbabura. Este volcán activo, cuyo ascenso y descenso dura aproximadamente 8 horas, consta de dos hermosas cumbres: sin duda es uno de los grandes destinos turísticos de la provincia de Imbabura.

Cuenta la leyenda que Manuel —el “Taita Imbabura”— no podía declarar su amor a María —la “Mama Cotacachi”. Finalmente, un día lo hizo. La Mama Cotacachi lo aceptó y tuvieron un hijo llamado Yanahurco, que se encuentra unido al Volcán Cotacachi. Estos grandes colosos son quienes cuidan y protegen las lagunas que se encuentran en sus alrededores. Es bonito recordar estas historias que se aprendían en la escuela, en ese momento uno se siente incluso parte de los personajes de la leyenda.

Con nuestro grupo rutaviva.com tuvimos la oportunidad de subir este volcán el año pasado, pero resulta que después de un año nos enteramos que solo habíamos alcanzado la primera cumbre, así que fuimos por la revancha. Toda la planificación previa duró una semana. Estábamos como 25 personas apuntadas, pero terminamos 15 listos para el segundo round vs el Taita Imbabura (ya habíamos subido el año pasado).

Quedamos en toparnos todos en la PRIMAX de la Seis de diciembre y Gaspar de Villarroel. La hora de inicio programada fue a las 5am. Ya saben, siempre hay un amigo medio impuntual… bueno, en este caso fueron dos. Así que esperamos una media hora más hasta que lleguen. Una vez con los tanques llenos de combustible y el grupo completo salimos rumbo a nuestro destino.

Existen varias rutas para poder acceder a la cumbre del volcán, pero nosotros tomamos la ruta por La Esperanza para disfrutar del gran paisaje que nos regala esta zona, el ascenso hasta la primera cumbre del volcán requiere un nivel físico medio – alto y un nivel técnico medio. Nuestra primera parada fue en Cayambe para visitar los tradicionales Bizcochos del Padre. Solo de acordarme de esos ricos bizcochos ($1 la funda) y el chocolate calientito se me hace agua la boca.

Después de degustar de un buen desayuno continuamos con nuestro recorrido. Llegando a Otavalo, ya podíamos divisar nuestro objetivo final: el lugar que nos haría sufrir para alcanzar su punto más alto. El imponente coloso nos recibía con un espectacular paisaje y a sus pies el lago San Pablo, parada obligatoria en el mirador para los respectivos selfies y fotos, pero el viento frío nos golpeaba los rostros, así que no creo que salimos con la mejor cara.

Continúa nuestra aventura hasta llegar a Atuntaqui. Una vez con el mapa en la mano, vemos que ya estamos cerca de Ibarra. Desde allí tomamos la vía hacia El barrio la Esperanza, cogimos toda una recta adoquinada hasta donde inicia un empedrado donde todo ya empezaba a ir de subida. No sabíamos hasta donde llegaríamos con los autos. La vía empedrada estaba totalmente señalizada con rótulos que indicaban la ruta hacia la base del volcán, esto nos ayudó mucho, la vez anterior que fuimos no lo hicimos por este camino. Llegamos hasta donde los autos avanzaron, ya el camino se va haciendo más dificultoso pero llegamos hasta la casa de unos campesinos muy amables donde pudimos estacionar. Allí los dejamos al cuidado de estas amables personas: hicimos vaca entre todos, dólar por cabeza y les dimos a cambio del cuidado de los autos.

Ya en la base del volcán empezamos a alistarnos: tomamos nuestras mochilas y equipos de montaña. Era hora de iniciar el ascenso; pero antes, hicimos un circulo y cerramos nuestros ojos para pedirle permiso a la montaña para que nos deje ir y regresar a salvo. Llenos de energía y con mucha emoción arrancamos el recorrido: caminamos unos 500 metros aproximadamente por un tramo de calle de tierra. Luego, iniciamos el sendero donde nos encontramos con 2 borregos alimentándose, pero al sentirnos llegar se asustaron. Más asustados quedaron Sebas y Gustavo que también salieron corriendo mientras el resto nos reíamos a carcajadas. Una vez que pasamos el sendero regresamos a ver todo lo que nos esperaba: desde aquí el ascenso se vuelve bastante inclinado, sólo de regresar a ver ya nos empezaban a doler las piernas.

El sendero estaba bastante marcado con señaléticas (aunque están un poco distantes entre ellas) pero es fácil observar la ruta por todo el recorrido hasta llegar a la zona rocosa. Mientras avanzábamos por el páramo, disfrutábamos del sonido de las aves y los lindos paisajes que teníamos alrededor. La laguna de Yahuarcocha y el volcán Cayambe se mostraron en todo su esplendor, incluso se nos atravesaron dos conejitos por el pajonal.

Después de unas tres horas de ascenso, el pajonal se va mezclando con la roca hasta llegar al Bosque de Polylepis. Llegamos a una pequeña planicie desde donde se puede observar un gran bosque. Parece encantado, lleno de árboles de papel donde hicimos una parada obligatoria para recargarnos de energía: algunos ya cansados, otros con un poco de hambre; pero aún con fuerzas porque estábamos más cerca de nuestra meta. Después de descansar un poco y alimentarnos, Saúl y Klever se pusieron de pie y dieron la voz de mando para seguir avanzando. Vimos que iniciaba la zona de escalada, por lo que era hora de colocarse los cascos para acceder a la zona rocosa. Allí hay que escalar aproximadamente uno 300 metros entre altibajos hasta llegar a la primera cumbre. Aquí ya tu corazón se va llenando de emoción por que cada vez te vas acercando más a la meta final.

Mientras se va escalando, se puede ir observando en el flanco izquierdo ya la forma cónica del cráter del volcán. Sin duda, son imágenes que nunca se borrarán de la mente. Faltaba poco: algo cansados, pero emocionados por cumplir un sueño más, seguimos con nuestro camino. Se sentía la altura y algunos amigos ya no avanzaban. Dimos palabras de aliento a uno de nuestros compañeros que ya no quería continuar.

Después de una hora escalando, llegamos a la primera cumbre, desde donde el paisaje es impresionante y puedes disfrutar de todo lo que se encuentra a tu alrededor. Cansados pero contentos, entre risas y abrazos, sabíamos que aún faltaba un poco más de recorrido para poder alcanzar la cumbre máxima del volcán, una ruta más horizontal de aproximadamente 45 minutos.

Sin duda, es abrumador admirar tanta belleza, sentir orgullo por logros alcanzados, metas cumplidas, sueños hechos realidad, gritando: “cumbre!!! …al fin cumbre!!!”. Con los ojos encharcados se sienten los abrazos. Liz, Jenny, Amanda y Carol estaban muy felices, contentas porque nunca se dieron por vencidas. —“El camino fue muy duro, pero lo logramos!!!” decía Victor mientras estrechábamos las manos.

Agradecidos con la Pacha Mama por permitirnos subir sin problema y poder admirar tal espectáculo a nuestro alrededor, nos dimos cuenta que la tarde empezaba a caer y era hora de retornar, pero nos tomamos 5 minutos más para disfrutar nuevamente del maravilloso paisaje y luego iniciar el descenso. Tras desescalar hasta el bosque de Polylepis nos dimos un respiro para abrigarnos un poco más con guantes y gorros de lana, nos colocamos nuestras linternas y continuamos el retorno por el gran páramo del majestuoso Taita Imbabura.

Todos, bastante cansados, tomamos la ruta de retorno por el mismo sendero que subimos. Carol, con dolores en las rodillas, se sentía más agotada que el resto, por lo que decidimos hacer una parada para descansar un poco y admirar el color naranja del cielo que nos cubría. “Qué maravillosa es la naturaleza”— comentábamos. Admirando ese cielo espectacular, continuamos el descenso hasta llegar a la zona donde dejamos los vehículos. Ya con la noche oscura y las luces encendidas de la ciudad terminamos este gran recorrido. Los abrazos de felicitación por alcanzar la cumbre fueron muy alentadores para combatir el dolor de los músculos al finalizar el día. Sin duda una aventura para repetirla incluso una tercera vez.

Datos importantes
Presupuesto:
Menos de $100
Tiempo recomendado:
1 día
Experiencia relatada por:
Leonardo Idrovo

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