Padre e Hijo en la Cumbre del Cotopaxi

Leonardo Idrovo

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Datos importantes
Presupuesto:
Más de $200
Tiempo recomendado:
2 días

Padre e Hijo en la Cumbre del Cotopaxi

"¡¡¡No dormí de la emoción sabiendo que volveremos a coronar el volcán Cotopaxi!!!" Esas fueron las palabras de mi hijo Sebastián la mañana siguiente, luego de darle la noticia que volveríamos a estar en la cumbre de este bello nevado. Pero esta vez sería diferente: más motivados y preparados que la primera vez, donde el clima nos jugó en contra y no pudimos ver completamente el cráter en la cima. Aún así, no niego que haber cumplido el sueño de mi hijo, con su primera gran cumbre a sus 13 años de edad, fue algo que no tiene descripción.

Durante las semanas de larga preparación, conquistamos algunas cumbres de media montaña. Ese fue el gran entrenamiento que tuvimos: 10 montañas previas para poder ganar físico y altura. Muy contentos, nos levantábamos en la mañana de cada sábado y así salíamos rumbo a cada montaña: Los Pichinchas, el Pasochoa, Fuya Fuya en Mojanda, Carihuairazo, El Taita Imbabura, la Mama Tungurahua, Glacial del Cayambe y el Iliniza Norte, formaron parte de nuestro entrenamiento.

El día previo al gran ascenso, fuimos a alquilar algunos equipos que nos faltaban. Llegó el sábado y ya nos entraron los nervios; Sebas, lleno de vigor, se levantó muy temprano a ordenar los equipos necesarios para esta aventura: entre botas, crampones, mosquetones, cuerdas, y nuestra amada camiseta que nos acompaña en todas las cumbres.

Cruzamos miradas con mucha adrenalina corriendo por nuestras venas. Nuestras mentes divagaban pensando en cómo será el ascenso, cómo estará el clima, esperando no olvidarnos de nada, porque seamos sinceros, siempre terminamos dejando algo en casa.

¡¡¡A la cumbre se ha dicho!!! Pame, mi esposa y madre de Sebas, nos preparó un mega desayuno mientras conversábamos sobre nuestras expectativas del viaje. Pame nos iba a extrañar mucho, se notaba en su mirada. Risas iban y venían de algunas bromas, básicas para romper el hielo y alivianar la tensión que siempre tenemos antes de una ruta de esta magnitud.

Una vez listos, empezamos a guardas todos los equipos en el carro. A veces nos preguntamos, tanto llevamos de peso que esperemos no nos pase factura en el camino. Salimos de la casa los tres juntos y fuimos rumbo a nuestro destino: Pame no hará cumbre, pero nos acompañará con su corazón desde el refugio.

Desde Quito, estamos aproximadamente a una hora y media de distancia hasta el control del Parque Nacional Cotopaxi. Cerca del medio día inicia nuestra aventura y realizamos una parada obligatoria en la Primax para tanquear y comprar agua y algún snack para el camino. Una vez que tomamos la panamericana Sur desde el Valle de los Chillos, llegamos a Tambillo alrededor de las 12:30PM, desde donde ya se puede apreciar más cerca al Cotopaxi.

En el camino fuimos escuchando un poquito de rock clásico de los Beatles, que tanto le gusta a Sebas. Llegamos a la entrada del parque Nacional Cotopaxi, desde donde se puede observar al imponente nevado que intentaríamos conquistar, y no podía faltar la fotito del recuerdo.

Continuamos el recorrido unos 30 minutos más hasta llegar a la rinconada donde nos encontramos con más amigos que también conquistarían el gran coloso. Mientras disfrutábamos de un cafecito y una sopita para el frío, empezamos a charlar y compartir anécdotas.

Una vez entrados en calor, tomamos nuestras cosas y continuamos nuestro recorrido. A la izquierda se puede ver un mágico paisaje de la laguna de limpiopungo y el volcán Rumiñahui, y a la derecha nos deslumbra el Cotopaxi. Continuamos el trayecto hasta llegar al lugar donde se termina la comodidad, El parqueadero. A unos cuantos kilómetros, pudimos observar un lobito de páramo.

El viento sopla bastante fuerte, así que era hora de abrigarnos bien, tomar las maletas e iniciar el ascenso por el arenal hasta el refugio José Rivas. Al parecer está cerca, pero caminar por el arenal nos toma aproximadamente una hora.

Para esto, reservamos camas dentro del refugio donde pasaríamos la noche hasta empezar el ascenso. Tiene un costo de $30.00 que incluye cena y desayuno al siguiente día. Descansamos un poco hasta la hora de la cena. La comida se enfría rápido así que nos tomamos la foto grupal y a comer se ha dicho.

Era hora de acostarnos a dormir durante el poco tiempo que nos quedaba, hasta que llegue la media noche para salir rumbo a la cumbre. El ruido del viento y de los murmullos de los que están nerviosos no dejan dormir. Tenía un ojo abierto y el otro cerrado, con el miedo de no despertarme. Pasé intranquilo hasta cuando (sin darme cuenta) ya era hora. Siendo las 12 de la noche, el frío nos cobija de pereza, pero era hora de salir, ¡¡¡a levantarse todos!!!


Antes de salir tomamos la respectiva foto grupal: 7 cordadas con 21 personas en total participamos de esta gran ruta. Ahora sí, dimos inicio a la verdadera aventura. Pame se quedó en el refugio con dos grandes amigas, Isabel y Mónica: nos desearon mucha suerte y nos esperarán al retorno con buenas vibras.

Empezamos a recoger nuestras maletas y nos colocamos la tercera capa impermeable, ya que dormimos con la ropa puesta para poder soportar el frío de la noche. Revisamos los equipos, nos colocamos el arnés, casco y linterna. Alistamos la cuerda con la que iríamos tres personas sujetas a la misma por seguridad: un líder de cordada y dos montañistas por cada cordada es la regla, así que nos reunimos cada uno de los grupos y nos seguimos equipando. Mosquetones ¡listos!, placa ¡lista!, piolet ¡listo!, crampones en la maleta, ¡todo listo!

Salimos del refugio y empezamos a caminar por el arenal superior. Comenzamos despacio para que los músculos se calienten. No se sentía mucho frío, pues estábamos bien equipados y con la ropa recomendada de alta montaña. Continuamos nuestro ascenso por alrededor de una hora y media, con un desnivel algo pronunciado montaña arriba, hasta llegar a la zona donde inicial el glacial. Era hora de realizar una parada obligatoria para colocar los crampones en las botas y encordarnos.

Nos animamos entre todos: ahora sí, ¡a lo que vinimos! Dimos nuestros primeros pasos en la nieve, se siente suave: la sensación de hundir las botas es única. Seguimos caminando y el frío era cada vez más evidente. Por la altura que vamos alcanzando, nuestro paso ya es un poco más rápido con el cuerpo caliente.

Dos horas después llegamos a un lugar donde encontramos unas grietas inmensas: muy bonito, pero a la vez tenebroso, da la sensación de que en cualquier momento uno puede caer en una de ellas. Panchito iba adelante como líder de cordada, Sebas en el medio y yo al final. Continuamos subiendo, regresando a ver que las demás cordadas estén bien. Seguimos a paso firme, más adelante vimos las lucecitas blancas de los primeros montañistas que nos llevan ventaja, pero nuestra perseverancia nos anima a seguir caminando.

Panchito se complicó porque le cogió la altura: a pesar de su gran físico, esta vez la montaña le jugó una mala pasada. De todas formas no se rendiría, así que cambiamos los puestos: yo pasé a liderar la cordada, Sebas seguiría en el medio y Panchito atrás. Bajamos un poquito el ritmo y descansamos un momento: agüita caliente de panela con limón fue el santo remedio que nos ayudó a recuperar a nuestro compañero de cordada.

Mientras seguíamos avanzando, ya veíamos cómo iba amaneciendo. Llegamos a Yanasacha y ya se podía sentir cómo casi topábamos el cielo con las manos. Aunque sabemos que aún nos quedan 4 horas más de travesía, ya se sentía que estábamos sobre el manto de nieves que cubre nuestros andes.

A pesar que tuvimos una muy buena aclimatación previo al ascenso, aquí ya se empezaba a sentir el aire menos denso. Bordeamos ya los 5700msnm, pero esto no fue impedimento para seguir avanzando. El viento se hizo más fuerte y avanzábamos a paso suave, disfrutando de todo el espectáculo que teníamos a nuestro alrededor. Esto nos dio más fuerzas para continuar con la mirada apuntando a nuestro objetivo.

Habían pasado dos horas más, no se sentía el frío porque nuestro cuerpos estaban en constante movimiento y ya veíamos descendiendo a los primeros andinistas. Algunos nos animaban diciendo que falta muy poco para llegar a la cumbre, mientras otros bajaban molestos porque no lograron el objetivo. Hay una regla de oro en el montañismo: cuando un miembro de la cordada no puede más, se regresa toda la cordada.

Descasamos un poco junto otro grupo que parecía bastante agotado, sabiendo que aún nos quedaba una hora y media más para llegar. También éramos conscientes que se venía la parte más dura. Sebas empezó a dar ánimos a la cordada, -¡ya falta poco, vamos, con fuerza!, en sus cortos 15 años se llenó de valor de animarnos más. La meta estaba muy cerca y no podíamos desmayar.

Sorteando una que otra grieta que se atraviesa en el camino, ya mirábamos la ante cumbre: nos tomamos 1 minuto para hidratarnos y continuamos. Las piernas nos dolían un poco por el desnivel más exigente que tiene la montaña en este momento. Vimos que las cordadas que van delante nuestro ya llegaron a la cumbre, y eso nos llena de emoción y más fuerza para dar todo de nosotros en este último tramo.

¡¡¡La cumbre del Cotopaxi!!!— grité a viva voz, mientras sentía recorrer por mi cuerpo la emoción de haber logrado nuevamente esta hermosa cumbre con mi hijo. Qué alegría y qué satisfacción sentir su abrazo, con la respiración agitada por el cansancio mezclado con la adrenalina porque entregamos todo para estar aquí. Y después de tantas horas de camino, después de agotar todas nuestras fuerzas, esto es sin duda una experiencia única.


Hubieron abrazos de felicitación con todos, estrechando manos, sonrisas y buenas vibras. Estábamos muy contentos, disfrutando del gran espectáculo de ver el cráter en todo su esplendor. ¡Un sueño más cumplido! La primera vez que subimos, no tuvimos la oportunidad de poder verlo totalmente despejado: es algo que no tiene comparación. Sebas se arrodilla a contemplar la magia del universo y agradecer a la Pacha Mama por haberle regalado este gran momento único en la vida.

La verdad, llegar a este punto máximo es indescriptible. En ese instante a uno se le agotan las palabras y se queda atónito ante tal espectáculo y más aún si se comparte la experiencia con un hijo.

Datos importantes
Presupuesto:
Más de $200
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2 días
Experiencia relatada por:
Leonardo Idrovo

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