La Punta, el lado tranquilo de Montañita

Viaja la vida

Leer la experiencia

Datos importantes
Presupuesto:
Más de $100
Tiempo recomendado:
3 días

La Punta, el lado tranquilo de Montañita

En realidad no nos agrada la idea de visitar lugares concurridos, y si escuchamos el nombre de Montañita, lo primero que se nos viene a la cabeza es multitud y fiestas inagotables, pero esto era antes de conocer la parte de La Punta.

Montañita es un pueblo conocido por sus bares, discotecas y las fiestas que allí se realizan cualquier día de la semana. Donde la gente (en su mayoría extranjeros) pasa más tiempo despierta durante la noche que por el día. Lo que pocos saben, es que existe una parte de la playa donde la música estridente no llega.

En dicha zona hay hospedajes frente al mar, y otros a tan sólo 20 pasos de la playa, hay pequeños sitios donde comer y beber, con un ambiente tranquilo y distinto a lo que se encuentra en el centro de Montañita; a esa parte se la conoce como La Punta. Es el sitio perfecto para echarse en la arena y relajarse.

Llegamos temprano un día entre semana para evitar la aglomeración, ya que en enero comienza la temporada alta en la Costa ecuatoriana. Tomando la Ruta del Spondylus, tardamos menos de tres horas, partiendo desde la gasolinera Primax en Vía a La Costa. También puedes viajar en bus desde la terminal de Guayaquil. La CLP (Cooperativa Libertad Peninsular) tiene un servicio cómodo y directo hasta Montañita por USD $6,00.

Eran cerca de las 09:30 AM, habíamos terminado nuestro desayuno frente al mar, cuando nos propusimos caminar al pie de la montaña. A pesar de haber marea baja, debíamos pisar con cuidado sobre las rocas para no resbalar.

Vimos pequeños cangrejos y peces en las pozas que se formaban entre las grandes piedras. A lo lejos las olas reventaban con fuerza contra las rocas, había un letrero anunciando que estaba prohibido avanzar hacia allá. A quien no respetara el límite, se le llamaba la atención –lo hacía el salvavidas– con un silbato. Llegamos hasta donde estaba permitido. A esa hora no había nadie, sólo unos cuantos pescadores locales.

La Punta es de las zonas preferidas por los surfistas, puedes verlos deslizarse por las olas a toda hora. Incluso aquí dan clases de surf a principiantes e intermedios. También es un sector perfecto para los bañistas porque, aparte de la cálida temperatura del agua, puedes dejar tus cosas sobre la arena sin temor a perderlas, claro que siempre debes echarle un ojo y colocarlas a una distancia prudente.

En ocasiones, los salvavidas colocan una bandera roja en la playa en señal de precaución, pueden haber corrientes fuertes. En esos casos, hay que meterse a nadar con cuidado y no tan adentro. Nosotros lo hicimos y no tuvimos ningún inconveniente, parecíamos peces en el agua.

En el lugar era posible alquilar parasol con sillas, pero preferíamos echarnos sobre una manta en la arena y cubrirnos con las camisetas, así podíamos cambiarnos de sitio rápidamente y cuando quisiéramos. Entre las metidas al mar, pasaron las horas y nuestros estómagos pedían ser escuchados, pero todavía no nos queríamos ir.

Tuvimos suerte de ver un triciclo acercándose, vendía unas empanadas deliciosas al horno, y con ingredientes variados (costaban entre USD $1,25 y $1,50. La marca se llamaba Los Caminantes). Hicieron que el hambre aguantara hasta que fue inevitable ir a almorzar.

De las opciones que habían en La Punta, nos inclinamos por el restaurante L’Edén: todo era natural. La mayoría eran productos orgánicos y locales, platos preparados en el momento: no utilizaban enlatados, colorantes, saborizantes ni microondas. Los precios rondaban los USD $6,00 y $8,00. Se encontraba dentro de la Hostería Balsa Surf Camp.

El concepto que manejaban (y la amabilidad del personal) nos agradó tanto que, al día siguiente, decidimos alojarnos ahí (costaba entre USD $35,00 a $40,00 por persona una habitación).

Alrededor de las 06:20 PM volvimos a la playa, esta vez para sentarnos en la arena a esperar el atardecer. Durante unos pocos minutos, el sol iluminó gran parte de la montaña, muchos turistas comenzaron a sacar sus cámaras y celulares para captar aquel encuadre con las olas, los surfistas y la caída de sol.

Un factor importante que debes tener en cuenta si te hospedas en el sector de La Punta es: sal a cenar antes de las 10:00 PM. A partir de esa hora es difícil encontrar un restaurante abierto, sobre todo entre semana. La única opción de comida a esa hora son los snacks de una tienda, o caminar a oscuras por la playa hasta el centro de Montañita: es seguro, pero tardarás 15 minutos aproximadamente, te hallarás con un gentío y los sonidos mezclados de los parlantes colocados fuera de cada establecimiento.

A la mañana siguiente, nos esperaba un desayuno glorioso en el restaurante de nuestro hospedaje –teníamos seis opciones gratuitas para elegir–. Una vez terminado, nos encaminamos hacia la calle trasera en dirección al Santuario. A pesar de ser una pendiente de asfalto y, aguantando los fuertes rayos de sol sobre nuestras cabezas, llegamos en pocos minutos. Antes de ingresar, nos asomamos a unas barandas para apreciar desde lo alto la extensión de la playa de Olón, otro rincón tranquilo para echarse sobre la arena.

Olón es un pequeño pueblo donde también se respira un aire sereno frente al mar. Los surfistas acuden por sus olas, del mismo modo que lo hacen en La Punta. Se ubica a tres minutos en vehículo de Montañita. Dentro del Santuario también se obtiene una vista admirable de su playa y las montañas.

Desde este punto era posible llegar caminando, pero el calor lo volvía más complicado; vimos a unos chicos, con mochilas en la espalda, que lo hicieron. Nosotros pagamos USD $1,50 a un taxi para que nos dejara frente a la playa. Nos comentaron que, cuando era la hora de salida de la escuela, transitaba un bus frente al Santuario, subirse costaba USD $0,50.

La tranquilidad del lugar hizo que nos quedáramos la tarde entera, y no hubo problema cuando llegó la hora de almorzar porque, por USD $6,00, comimos pescado apanado frente al mar, en los restaurantes armados con madera y caña sobre la arena. Para frenar el calor tomamos agua de coco –natural– bien helada. Permanecimos en Olón hasta presenciar el atardecer, esta vez, los colores lucieron más formidables.

Al tercer día nos levantamos con la intención de quedarnos un día más en este pequeño rincón paradisíaco de la Costa ecuatoriana: así lo hicimos. Podíamos tomar la clase gratuita de yoga que ofrecían cada mañana a los huéspedes del Balsa Surf Camp, pero la playa nos llamaba desde más temprano.

Podíamos haber tenido un día de aventura visitando las cascadas de Dos Mangas, ubicadas en Manglaralto (a pocos minutos de Montañita); paseando a caballo o caminando en medio de la naturaleza y pisando lodo hasta refrescarnos bajo una de las cascadas, pero preferimos nadar en el mar hasta esperar nuevamente la puesta de sol.

Datos importantes
Presupuesto:
Más de $100
Tiempo recomendado:
3 días
Experiencia relatada por:
Viaja la vida

Unete a nuestra familia de viajeros

Si te encanta viajar este es el lugar para ti. Conoce nuestros beneficios, y si deseas escribir para el blog escríbenos a info@viveviajando.ec

Remuneración por experiencia relatada.

Acceso a eventos
exclusivos de viajes

Exposición en nuestros medios digitales